ENSAYO
LA FELICIDAD COMO ELECCIÓN
SERGIO SINAY
(Paidós - Buenos Aires)

Dicen que Aristóteles daba por descontado que todos queremos ser felices, que en ese deseo primordial todos estamos de acuerdo, pero que las discrepancias crecerán como hongos conforme tratemos de establecer cuál es el camino que nos llevará a consumar ese deseo. Fue el propio Aristóteles el que vinculó la noción de felicidad con la positiva realización de las metas que les serían intrínsecas al ser humano (el denominado eudemonismo, hipótesis que define como bueno todo aquello que nos acerque a la felicidad), pero hete aquí que el celebérrimo filósofo vivió entre 384 a. C y 322 a. C) y hoy mismo, pleno siglo XXI, la felicidad sigue siendo bastante más que un valor entre tantos pero también bastante más compleja que un confort al alcance de la mano. Y de allí que tenga jerarquía de tema central en la agenda. Si escribimos la palabra "felicidad" en el buscador de Google, encontraremos 36.500.000 resultados.

Fruto del trabajo

A Sergio Sinay también lo desvela el tema de la felicidad, pero se ve que lo suyo no pasa por una urgencia personal ni por una frívola curiosidad intelectual. Más bien se siente llamado desde una especie de indignación que le producen los idearios variopintos que postulan la felicidad como un imperativo que ellos mismos, tales idearios o, mejor, sus portadores, se encargarán de satisfacer. "Hay una conspiración contra la felicidad y en este libro me propongo denunciarla", advierte, en la primera línea de la página de introducción, el autor de La felicidad como elección, que es a su vez el autor de unos cuantos textos de resonancia apreciable. Por caso, La masculinidad tóxica y La sociedad de los hijos huérfanos.

Sinay comienza por interpelar la noción misma de felicidad como fin último de la existencia y sostiene que, en rigor, el fin de la vida es el sentido. Y que, en todo caso, perseverar en el sentido, incluso en la búsqueda del sentido, puede corresponderse con una travesía en la que, por añadidura, y sólo como fruto de un arduo trabajo personal y vincular, tropecemos con la mismísima felicidad. Por carácter transitivo, impugna severamente recetas, manuales y fórmulas mágicas que de un modo más o menos explícito o sugerido ofrecen las mejores respuestas para las peores preguntas, o incluso más: ofrecen la vía regia a la felicidad. Y en esta bolsa caen unos cuantos saberes, verificables o conjeturales, que gozan de muy buena prensa. "No hay práctica esotérica, de origen oriental y occidental, ni gimnasia aparatosa que te pueda hacer feliz, aunque lo prometa", concluye Sinay en un libro que ostenta una virtud digna de ser apreciada: ayuda a pensar.

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Walter Vargas